Mar Moreno y Juan Pelegrín estuvieron hace unos meses visitando los proyectos de Sonrisas de Bombay. Más allá del motivo profesional (debían escribir un reportaje y hacer fotografías para un artículo en la revista AR del pasado mes), Mar y Juan quedaron impactados por la realidad de un país sosprendente y un proyecto que avanza a través el amor y la ilusión.
Tras su publicación en España, Mar y Juan nos han dado permiso para presentaros su escrito (Mar) e imágenes (Juan) en este blog y que, una vez más, podáis leer las experiencias de quiénes van viniendo a ver, con ojos propios, los pequeños avances diarios en este camino hacia un mundo mejor.
Tras su publicación en España, Mar y Juan nos han dado permiso para presentaros su escrito (Mar) e imágenes (Juan) en este blog y que, una vez más, podáis leer las experiencias de quiénes van viniendo a ver, con ojos propios, los pequeños avances diarios en este camino hacia un mundo mejor.
A veces, la vida pasa delante de ti como si se tratara de una película. Ésta es la sensación que te sacude al pisar Bombay por primera vez. Todo parece irreal: el olor, su tono grisáceo, el caos, la muchedumbre… La vida cobra un nuevo significado porque, más nque otra ciudad de otro país tan lejano como la India, es otro planeta que te ofrece lecciones duras de digerir, como enfrentarte a la extrema pobreza. Ésa que implica que la vida de un niño no valga nada. Que lo normal sea que éste coma, juegue, se drogue, pida limosna y se prostituya rodeado de basura, en plena calle. Que sea maltratado por sus padres y explotado por las mafias. Que duerma, con suerte, bajo un techo de uralita o cubierto por una lona en una acera, como hacen 11 de los 20 millones de habitantes que sobreviven en esta ciudad, el centro financiero del país. Un desconcertante contraste entre la ostentación de Bollywood y la miseria absoluta.
A veces, como en películas, en mitad del infierno aparecen auténticos héroes. Hombres como Jaume Sanllorente. Un joven periodista catalán que hace tres años aterrizó por casualidad en esta despiadada ciudad con un visado turístico más y que, sobrecogido por lo que vivió, se empeñó en forzar el destino para “hacer algo”. (…) Y se inventó Sonrisas de Bombay, una ONG que hoy da hogar, educación y esperanza a más de tres mil niños huérfanos y pobres rescatados de la calle.
La increíble historia de Jaume cobra sentido en Vasai, una aldea que no aparece ni en los mapas, a hora y media de Bombay. Allí encontró Karuna, un pequeño orfanato que iba a cerrar, y allí decidió emprender una lucha contra la pobreza basada en el amor y una educación de calidad.
Hoy, Jaume no puede dar un paso sin su escolta. Él le quita importancia. Las amenazas de muerte de las mafias alertaron a la policía. Es el precio que tiene que pagar por salvar a 82 niños que Sonrisas de Bombay tiene acogidos en sus cuatro casas-orfanatos.
Cada día, a las ocho de la mañana, los pequeños desayunan lassi (batido), un poco de leche y un huevo duro antes de ir a Ambassadsor, la escuela que la ONG ha construido para ellos y otros mil niños de la zona. Gritos, risas, carreras… Si al acompañar a los pequeños a la escuela no miras las chabolas cochambrosas, ni intentas esquivar la basura; si no te das cuenta de que, junto al camino, hay varios niños fabricando ladrillos con los pies descalzos hundidos en el barro…, la llegada al colegio podría ser la de cualquier otro lugar del mundo. Ahí descubres el fantástico sueño que ha creado Jaume. Porque, en mitad de tanta injusticia, también hay cientos de pequeños que esa mañana se han lavado la carita, se han peinado con cuidado antes de ponerse el bonito uniforme y los zapatos, se han colgado su mochila a la espalda y, de la mano de sus padres, sus abuelos, en un autobús o incluso amontonados en un rickshaw, llegan alegres a aprender a leer y escribir, a dar clases de informática, física y cricket… con la esperanza de cambiar su destino. De dejar de ser unos desheredados. (…)
En sus sueños, los pequeños consiguen títulos de ingenieros informáticos, profesores, misioneros… (“missionery”, como ellos dicen con un brillo intenso en los ojos): “Sueñan con ser libres y ayudar a otros niños a salir de la calle; con repartir el mismo amor que reciben. ¡No te imaginas lo valientes que son sin saberlo!”, apunta Jaume.
Por eso, el nuevo rumbo de la ONG tiende a apoyar el trabajo de las propias asociaciones locales para, entre otros proyectos, formar a mujeres y nuevos profesores o abrir 1000 balwadis (pequeñas aulas para 30 niños), en distintas zonas marginales, con lo que este año serán más de 6.000 los pequeños beneficiados.
¿Qué pasará por la cabeza de este joven de 32 años cuando ve todo lo que ha construido a su alrededor? “Prefiero no pararme a pensar mucho y seguir trabajando”, dice mientras nos enseña el nuevo orfanato, un edificio de 1200 metros cuadrados y tres plantas situado junto a Ambassador, en el que cabrán las ilusiones de 300 chavales más.
Eso implicará tener que volver a coger el coche para ayudar a pequeños abandonados en las calles o en oscuras estaciones de trenes o autobuses. Buscarlos en las zonas de slums, como se conoce a las `poblaciones´ de chabolas. O sacarlos de Kamathipura, el distrito de prostitución más grande de Asia; un `infierno en la tierra´ donde muchas de las prostitutas son niñas de entre 7 y 18 años vendidas por sus propias familias o raptadas en algún país fronterizo, como Bangladesh o Nepal. (…)
Hay enseñanzas mucho más esperpénticas y, para comprobarlo, el catalán nos dejó acompañarlo a Dharavi, la zona de slums más extensa de Asia, de dónde ha rescatado a muchos de sus chicos. Algunos, con el consentimiento de sus padres, que no pueden hacerse cargo de ellos. Allí, en mitad de aquel `mar de miseria´ absolutamente indescriptible, abarrotado de familias enteras que conviven en habitáculos de algo más de tres metros cuadrados de cartón y uralita (“por los que pagan un alquiler a las mafias para que no les linchen o les quemen vivos”) rodeados de suciedad y sin luz ni agua corriente, notas como se te encoge el corazón mientras las mujeres, ataviadas con coloridos saris, te ofrecen un vaso de agua o los niños te invitan a jugar; siempre con sus sinceras y luminosas sonrisas.
“De los pobres admiro su riqueza al valorar a un ser humano – dice Jaume – Para ellos, el tener no existe, sólo cuenta el ser. Por eso, a menudo te preguntas si el dinero, cuando es algo más que una necesidad primaria, no es un veneno social que nos hace olvidar el verdadero sentido de la vida y a la humanidad”.
Hoy, Jaume sabe que nadie puede cuestionarle que es posible cambiar el mundo: “tengo las pruebas de que no te puedes reír de tus sueños. Siempre se pueden cumplir. Se lo digo cada día a los niños: merece la pena luchar por ellos”. Por eso, a pesar de las trabas que el país le pone cada día, continúa locamente enamorado de la India aunque, como la primera vez que la pisó, “siga sin entenderla”. Es lo que tiene ser una de esas personas que cree que los finales felices no sólo son posibles en las películas.
3 comentarios:
GRACIAS!!!
Gracias por compartir con los que no estamos en Bombay,las maravillas que puede hacer un ser humano por otro.
y a continuar! que podemos alcanzar nuestro sueño de erradicar la pobreza!!
Un abrazo
Que artículo y que fotos tan maravillosas, gracias por ponerlo y por acercarnos una vez más a la realidad de Bombay y sobre todo por desarrollar tan extraordinaria labor en Sonrisas de Bombay.
Un fuerte abrazo,
Bea
Me ha gustado mucho así como lo habeis contado. De cada dia tengo más ganas de ir a visitar a estos niños y espero poder hacerlo antes de quetermine el año.
Saludos desde Mallorca y seguid con vuestra labor
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